Palabras claves: Sagrada Liturgia, Redención, Resurrección, Misterio Pascual, Restauración, Reconciliación, Único Dios Verdadero, Cuerpo de Cristo, Sacramentos, Sacramentales, Oficio Divino.
La Sagrada Liturgia se da en el sacrificio de la eucaristía y concibe a la iglesia como humana, divina, visible y, a la vez, portadora de elementos invisibles, presentándola a quienes están fuera de ella e invita a congregarnos unidos como hijos de Dios hasta consolidarnos como un solo rebaño con un solo pastor.
Uno de los principales extractos de “Sacrosanctum Concilium”, confirman que la sagrada Liturgia, tiene como propósitos fundamentales los siguientes: (1) la glorificación del Señor, y (2), la santificación de los hombres.
Principios Generales para la Reforma y Fomento de la Sagrada Liturgia. La obra de la salvación se realiza en Cristo Hijo de Dios, Verbo hecho carne y ungido por el Espíritu Santo, se presenta y actúa como el Mesías, el Salvador, el “médico corporal y espiritual”. Como MISTERIO PASCUAL, por su pasión, muerte, resurrección y gloriosa ascensión, nos reconcilia y redime con Dios, glorificándolo al restaurar nuestra vida, haciéndonos parte de la Iglesia (Cuerpo del cual Él es la Cabeza) por el Sacramento del Bautismo: con Él morimos, con El somos sepultados, con El resucitamos, y por Él, Dios nos adopta como sus hijos.
La presencia de Cristo en la Liturgia, da grandeza a la Iglesia en el Sacrificio de la Misa, los Sacramentos y las especies eucarísticas. El Padre envió a Cristo, y Cristo a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo, a realizar la obra de salvación con el sacrificio y los sacramentos, que ofrece la Liturgia. Cristo sacerdote, bautiza y habla a la Iglesia glorificando perfectamente a Dios y santificando a los hombres.
En la Liturgia terrena, nos preparamos y nos dirigimos hacia la Liturgia celestial, que al mismo tiempo Cristo celebra desde la derecha del Padre, como ministro del santuario y del tabernáculo, glorificando a Dios con todo el ejército celestial y con todos los santos, quienes mediante la Liturgia celestial, abrasan la esperanza de que seamos merecedores de sumarnos a ellos y experimentar con ellos, desde ya, el gozo de la gloria de estar con Dios.
Antes de la Liturgia la Iglesia se esfuerza por llamar a la fe y a la conversión, dando a conocer al Único Dios Verdadero y a su Enviado que es Jesucristo. La iglesia prepara a cada ser humano para que haga práctica penitencial como acción preparatoria a los sacramentos. Enseña a poner en práctica y a vivir las obras de caridad, piedad y apostolado, lo que nos hace ser luz para el mundo que da gloria al Padre delante de los hombres.
Liturgia, es cumbre y fuente de vida eclesial. Fuente: por la fe y el bautismo somos partícipes del sacrificio y comemos de la cena del Señor. La sagrada Liturgia, nos da de beber el espíritu verdaderamente cristiano. Al respecto, los pastores de almas deben formarse mediante una educación adecuada hasta llegar a ser maestros de ella en institutos especializados. Cumbre: la glorificación de Dios y la santificación de los hombres en Cristo.
La Liturgia debe disponer a las personas en su ánimo, al alma en consonancia con la voz y en colaboración con la gracia divina. Los pastores de personas deben hacer que su rebaño participe consciente, activamente y con el máximo de provecho espiritual. La sagrada Liturgia, no abarca toda la vida espiritual de la persona. Es necesario, que cada quien entre en su cuarto y ore al Padre en secreto, aprehendido por el sacrificio de la Misa que, "recibida la ofrenda de la víctima espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para Sí.
Los ejercicios piadosos de los cristianos deben ser acordes conforme a las normas y leyes de la Iglesia. Tienen dignidad especial las prácticas religiosas de las Iglesias particulares con aprobación de los Obispos, a tenor de las costumbres o de los libros legítimamente aprobados, teniendo en cuenta los tiempos litúrgicos, en concordancia con la sagrada Liturgia, ya que la liturgia, por su naturaleza, está muy por encima de ellos. Por el bautismo, somos parte de la Iglesia, Cuerpo de Cristo; “linaje escogido”; “sacerdocio real”, “nación santa”, “pueblo adquirido”.
La Formación Litúrgica, debe ser materia de gran importancia en los seminarios, casas de estudio y facultades teológicas; y se debe enseñar, desde dos tópicos esenciales: (1) Desde lo teológico e histórico, y (2) Desde el aspecto espiritual, pastoral y jurídico.
Se debe cuidar que los programas de formación espiritual, vinculen a cada una de sus materias (Teología dogmática, Sagrada Escritura, Teología Espiritual, Teología Pastoral) con la sagrada Liturgia, como medio para garantizar la unidad de formación sacerdotal.
El ejercicio de la sagrada Liturgia, implica el comprender, iniciar y participar en los ritos, ya sea como celebrante de los sagrados misterios o con ejercicios propios del espíritu de la sagrada Liturgia. Para ello, sacerdotes y religiosos, deben mantenerse actualizados en el conocimiento de las leyes de la vida litúrgica, enseñándolo a los fieles mediante (catequesis litúrgica): “Guiar al rebaño con palabra y con ejemplo”. No se hará acepción alguna de personas en las ceremonias.
Los ritos deben ser breves, claros, no repetitivos, adaptados al entendimiento de los fieles.
El Sacrosanto Misterio de la Eucaristía. Misterio pascual. “Nuestro Salvador, en la Última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera”. (SC, 47).
Participación activa de los fieles. La Sagrada Liturgia, debe garantizar que los fieles “(…) participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.” (SC, 48).
Para ello, se hace necesario tener en cuenta los siguientes aspectos: (1) revisión del Ordinario de la Misa, para simplificarlo sin perder la esencia, más bien, para provocar la activa y piadosa participación de los fieles; (2) mayor riqueza bíblica en el misal, de manera que distribuida en porciones debidamente servidas, los fieles terminen conociendo las Escrituras en un determinado tiempo; (3) se recomienda la homilía, en donde se debe promover los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana ; (4) promover la “Oración de los fieles” u «oración común» después del Evangelio y la homilía, principalmente los domingos y fiestas de precepto; (5) hacer uso de la lengua vernácula y el latín, haciendo que los fieles reciten o canten juntos algunas partes del ordinario de la Misa que les corresponda; lo mismo, si es oportuno, el uso de la lengua vernácula; (6) dar la comunión bajo ambas especies tal y como “(…) la Sede Apostólica determine, tanto a los clérigos y religiosos como a los laicos, a juicio de los Obispos, como, por ejemplo, a los ordenados, en la Misa de su sagrada ordenación; a los profesos, en la Misa de su profesión religiosa; a los neófitos, en la Misa que sigue al bautismo”; (7) la unidad de la Misa, “la Liturgia de la palabra y la Eucaristía, están tan íntimamente unidas y constituyen un solo acto de culto”; y (8), las circunstancias en las que se deben llevar a cabo las Misas de forma concelebrada:
a) El Jueves Santo, tanto en la Misa Crismal como en la Misa vespertina. b) En las Misas de los concilios, conferencias episcopales y sínodos. c) En la misa de la bendición de un abad. 2° Además, con permiso del ordinario, al cual pertenece juzgar de la oportunidad de la concelebración. a) En las Misa conventual y en la Misa principal de las iglesias, cuando la utilidad de los fieles no exija que todos los sacerdotes presentes celebren por separado. b) En las Misas celebradas con ocasión de cualquier clase de reuniones de sacerdotes, lo mismo seculares que religiosos. Con todo, corresponde al Obispo reglamentar la disciplina de la concelebración en la diócesis. Sin embargo, quede siempre a salvo para cada sacerdote la facultad de celebrar la Misa individualmente, pero no al mismo tiempo ni en la misma Iglesia, ni el Jueves de la Cena del Señor. (SC: 57).
Sacramentos. Sacramentales. Bautismo de adultos. “Revísense ambos ritos del bautismo de adultos, tanto el simple como el solemne, teniendo en cuanta la restauración del catecumenado, e insértese en el misal romano la Misa propia «In collatione baptismi»”. (SC: 66). Bautismo de niños. “Revísese el rito del bautismo de los niños y adáptese realmente a su condición, y póngase más de manifiesto en el mismo rito la participación y las obligaciones de los padres y padrinos.” (SC: 67). Rito breve para casos especiales, especialmente, para los bautismos numerosos. “Redáctese también un rito más breve que pueda ser usado, principalmente en las misiones, por los catequistas, y, en general, en peligro de muerte, por los fieles cuando falta un sacerdote o un diácono.” (SC: 68). Rito nuevo. Redáctese un rito para confirmar que “el niño bautizado con el rito breve ya ha sido recibido en la Iglesia”; y que, los “bautizados ya válidamente se convierten a la religión católica, prepárese un rito nuevo en el que se manifieste que son admitidos en la comunión de la Iglesia”. (SC: 69).
Posteriormente, el Sacrosanctum Concilium, determina la forma como se deben llevar a cabo algunos ritos, según las circunstancias en las cuales es requerida su celebración. Lo mismo, establece la forma como se deben llevar dentro de la Misa los ritos de la Confirmación, la Penitencia, la Ordenación, el Matrimonio y las Exequias.
Unción de los enfermos. La «extremaunción», que también, y mejor, puede llamarse «unción de enfermos», no es sólo el Sacramento de quienes se encuentran en los últimos momentos de su vida. Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez. (SC: 73)
Con respecto al OFICIO DIVINO, se hace necesario poner en práctica las siguientes acciones: Curso tradicional de las horas. “a) Laudes, como oración matutina, y Vísperas, como oración vespertina, que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales. b) Las Completas tengan una forma que responda al final del día. c) La hora llamada Maitines, aunque en el coro conserve el carácter de alabanza nocturna, compóngase de manera que pueda rezarse a cualquier hora del día y tenga menos salmos y lecturas más largas. d) Suprímase la Hora de Prima. e) En el coro consérvense las Horas menores, Tercia, Sexta y Nona. Fuera del coro se puede decir una de las tres, la que más se acomode al momento del día.” (SC: 89).
Ordenación de las lecturas. “En cuanto a las lecturas, obsérvese lo siguiente: a) Ordénense las lecturas de la Sagrada Escritura de modo que los tesoros de la palabra divina sean accesibles, con mayor facilidad y plenitud. b) Estén mejor seleccionadas las lecturas tomadas de los Padres, Doctores y Escritores eclesiásticos. c) Devuélvase su verdad histórica a las pasiones o vidas de los santos.” (SC: 92).
Obligación del Oficio Divino. “Las comunidades obligadas al coro, además de la Misa conventual, están obligadas a celebrar cada día el Oficio divino en el coro, en esta forma: a) Todo el Oficio, las comunidades de canónigos, de monjes y monjas y de otros regulares obligados al coro por derecho o constituciones. b) Los cabildos catedrales o colegiales, las partes del Oficio a que están obligados por derecho común o particular. c) Todos los miembros de dichas comunidades que o tengan órdenes mayores o hayan hecho profesión solemne, exceptuados los legos, deben recitar en particular las Horas canónicas que no hubieren rezado en coro.” (SC: 95)
Participación de los fieles en el Oficio. “Procuren los pastores de almas que las Horas principales, especialmente las Vísperas, se celebren comunitariamente en la Iglesia los domingos y fiestas más solemnes. Se recomienda, asimismo, que los laicos recen el Oficio divino o con los sacerdotes o reunidos entre sí e inclusive en particular.” (SC: 100)
Uso del latín o de la lengua vernácula. Quienes están obligados al ejercicio del Oficio Divino, deben hacerlo en latín. Sin embargo, si no dominan la lengua latín, lo pueden hacer siempre que la traducción en lengua vernácula esté debidamente aprobada.
Para finalizar, según un documento audiovisual de Fray Nelson Medina Ferrer, la liturgia no le corresponde solamente a quienes se revisten; al mismo tiempo que somos espectadores, también se debe ser protagonista. Se debe ser sujeto activo y dinámico en la celebración de los oficios litúrgicos. Cuando se es pasivo y cómodo, se impide así mismo vivir la Eucaristía. ¿Cómo estamos viviendo nuestras celebraciones? Con alegría, y con fe, como respuesta a la propuesta de Dios. La liturgia es de todos y para todos. La liturgia es celebración y fiesta.
La liturgia es la experiencia interior del amor comprendido y salvífico que se vuelve música, poesía, solemnidad. Toma expresión viva de un amor que nunca muere. El amor es más grande que la razón; nos embriagamos de gozo en Jesucristo. La liturgia es la ebriedad sobria y santa del Espíritu.
Liturgia: trabajo u obra del pueblo de Dios. ¿Cuál es la obra que estamos construyendo?
La liturgia se mejora con la escucha de lo que Dios ha hecho con nosotros.
Fuente: Sacrosantum Concilium
Concilio Vaticano II
Elaboró: Pedro Pablo Bautista Raba
Aspirante al Diaconado Permanente
Aspirante al Diaconado Permanente
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